Saga Darkyria
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Prefacio
Libro I - "Mares"
25 DE DICIEMBRE.
Aquel era uno de esos instantes en el que los creadores se arrepentíande habernos creado... un momento en que el hombre renegaba por habersido concebido. Nada era como debía ser, todo había perdido su orden, hasta en las cosas que aún no existían.
Los hombres querían ser dioses y estos observaban burlescos la escena; dejábamos de importarles al abandonarnos mezquinamente a merced de aquellos cuyo poderío se sustenta en el sometimiento del cuerpo y mente del cobarde. Para entonces los supuestos dueños de los pobres de espíritu: su alma estaba, desde hace mucho, vendida.
Incluso la naturaleza deseaba borrar cualquier rastro y vestigio de que una vez existimos.
La lluvia y el viento se dejaban escuchar nítidos, exigiendo purificación. Hasta ellos estaban tan hastiados de la iniquidad de los humanos que, cegados por los demonios de la carne y el pensamiento, dictaminaban su andar creyéndose virtuosos, redentores para el ignorante y el ingenuo. Pero ni el abandono de los dioses en sintonía con el poder de la naturaleza llegaba a ser suficiente para lograr el fin de la agonía, mucho menos la de un ser que alguna vez había sido inocente y había soñado.
Para esa joven era cada vez más utópico el tiempo en que su valíadependía de estar viva. Nunca pudo imaginar que la muerte debería ganarse;sólo pedir que abriera sus alas no era suficiente. La muerte, cuando uno la desea resulta un privilegio. Sin embargo, muchos meses atrás ya había perdido el control de sí misma.
La mujer de piel y mirada espectral seguía implorando que no sólo fuera ella merecedora del principio eterno, (ahora más que nunca, ansiaba disfrutar algo tan anhelado por el vivo: el paraíso como obsequio después de tanta prueba mortal), sino también su hija, que todavía no respiraba, y aun así por amor ya la quería otorgar a una perpetuidad más allá de todo loexistente. Era tanta su aflicción que no le importaba en absoluto ahora seguir en este espacio terrenal y menos con la amenaza de que fuera para siempre.
Los que se creen sabios en esta fe han de presumir a la muerte como un regalo divino para lograr algo más allá de la perfección: no habría másdesconsuelo y dudas. Han de decir presuntuosos que no es el fin sino apenasel inicio. Entonces, ¿por qué el terror? Los dioses prometen castigarnos si reclamamos ese control y si pretendemos poner tiempo y lugar a la conservación. ¿No debería ser el Todo que busquemos a diario? ¿para qué probarnos si Ellos conocen nuestro final? ¿por qué no ofrecernos Todo desde el principio? Porque hay que merecerlo, sería la respuesta, por fe.
El diario vivir nos revela que no merecemos sus recompensas; la aflicción es la dádiva que nos prodigan y humildes debemos recibirla con gusto.
Son crueles y despiadados: su única función siempre ha sido jugar con nosotros. Les complace la angustia de nuestra miseria.
***
La ostentosa construcción de piedra para esos fieros tiempos invernales,provocaba más heladas en el interior, y el clima era peor que el de las semanas que precedieron. Las nevadas se habían despedido, sin embargo la huella del frío se negó a retirarse y se prolongó más. Pero ese hecho no era culpa de la imponente casa, que se había diseñado para satisfacer a los amos de toda vida.
El inmenso lugar contaba con dos pisos con techos muy altos, una decena de habitaciones, decoradas con los mejores materiales, muebles y arte de su tiempo y de épocas pasadas, la magnificencia radicaba en sus habitantes. Tal vez la razón principal del aire gélido imperante en su interior podría ser que la chimenea, soberbia en tamaño, con diseño de mármol verde oscuro y relieves de oro en todo su amplio contorno, estaba apagada desde hacía varios días.
Apenas podía tener en brazos a la recién nacida e imploró, sin saber a quién, pues para entonces dejaba de aceptar sus creencias como únicas e irrebatibles:
-Os lo suplico. No la castiguéis ofreciéndole algo que no debe tener.¿No he pagado ya demasiado?
Era tanto el frío que el vaho salido de su boca la confundía en una silueta fantasmal.
La criatura, con unos segundos fuera de la protección de su moribunda madre, no respiraba, esto le otorgaba consuelo: que el inocente ser pronto tendría paz divina.
Su humanidad comenzaba a dejar de sentir, con dolorosa lentitud, produciéndole una quietud inesperada y grata. Inmediatamente después de los dolores (que la madre como pudo por horas los hizo tolerables), dejó atrás el sufrimiento físico para dar paso a algo mucho más terrible e insoportable: vivir.
Ni la temperatura tan inclemente, ni el dolor corporal y la debilidad que sobrevino por no cesar de perder sangre una vez nacida su hija, lograban su descanso final, que juraba la joven de complexión consumida, ya merecía.
Su llanto, el miedo y la tormenta habían sido generosos al no permitirle escuchar la cercanía de sus demonios, por lo menos de esa manera el terror no llegaría antes.
Sin dejar el temblor provocado por los espasmos, envolvió mejor con restos de manta roja el cuerpo inerte de su pequeña, que aún seguía cubierta de sangre y placenta, y la acercó más a su cuerpo, como si con esa unión fuera suficiente para que al fin llegara esa oscuridad tan pedida.
-No tardéis más en llevarme con vos -imploró susurrando al pequeño cuerpo aún caliente.
Los pasos se intensificaron en el costoso piso de madera y la gran puerta se abrió de golpe, provocando temblores a la parturienta.
Juró que su vida se había ido por un instante al ver a esa mujer y a su acompañante.
-¡El cazador! -gritó histérica-. ¿Por qué lo habéis traído?
Aun percatándose que su otro demonio no había venido para despedirse, la mujer no estaba como para agradecer aquella misericordia del destino.
Ante el silencio punzante, la mujer se arrastró como pudo hacia atrás hasta detenerse ante la pared, que sintió como cómplice de una conspiración para traicionarla.
-¡Por piedad, no! -la agonía era más fuerte que ella-. ¡Ya no me torturéis más!
-¿Ha nacido? -exigió saber la dama, que hubiera sido la misma imagen de la recién madre si la miseria, debilidad y enfermedad no la hubieran consumido.
Dirigió su mirada hacia el bulto cubierto con una tela roja, cuyos bordados de hojas otoñales finamente elaborados con hilo de oro, al que la joven se aferraba con la vida, de la cual sólo quedaba un asomo, pero aun así parecía que lo entregaba en ofrenda. ¿Pero a quién?
La altiva mujer había ascendido al trono a los catorce años, ostentaba una belleza que para todos no podía ser más que bendita, una vitalidad quedaba las más divinas promesas y un poder que hasta los dioses codiciaban.
Quien las viera a ambas en ese momento le sería imposible creer que hacía tan sólo poco tiempo compartían ese don de la gracia y el poder. Eran tan diferentes del alma. Una la había vendido ya, y la otra moriría antes de ponerle precio y dueño a la suya.
La escena era tétrica, hasta tocar el rostro inmaculado de la soberana que palideció al ver por primera vez el enorme charco de sangre que rodeaba a la moribunda. Era tanto el espeso líquido derramado, que la hizo confundir sus pensamientos por un instante, el mismo en el que supuso que quien hablaba era solamente el espíritu vagando de la maltrecha mujer. Su aspecto ya no podía ser de este mundo... ¡Era imposible!
-¿Está vivo el bastardo?
-¡No os acerquéis! -sacó fuerza la adolescente-, porque os juro que os mataré... -dejando clara su amenaza al mostrarle una daga de empuñadura de oro.
El hombre a su lado, indiferente al dolor hasta entonces, se había mantenido expectante, al ver a su Señora amenazada dio un paso hacia delante al conseguir el motivo perfecto y desenfundó la espada de su cintura con un ágil movimiento.
-¡No! -enfatizó esta, sabiéndose dueña de esa vida-. Yo me encargaré.
El señor de edad madura aunque de apariencia joven, con actitud soberbia retrocedió ante la negativa y no pudo evitar lanzarle una mirada de desprecio y lleno de ira balbuceó:
-Un poco más. Sólo un poco.
La reciente madre, no pudo evitar observar a este hombre, causante de muchas de sus desgracias y el protagonista de sus peores pesadillas.
¿Aquellos despiadados ojos negros serán lo último que veré antes de partir? -Pensó.
-¿Aborrecéis vuestra vida? -cargada de desprecio exclamó la soberana.
Sin importarle a la reina que aún no hubiese soltado la daga se aproximó.
La imagen del piso ya no era una amenaza, embozando una amarga sonrisa se colocó en el duro piso de rodillas. Contempló todo el espacio lleno de estupor: qué inmensidad, qué lejanas las escaleras que habrían conducido a la mujer a un alumbramiento menos cruel; después de todo ni ella merecía tanta impiedad.
Este pensamiento la invadió unos instantes; la espera de su propio hijo llegaría muy pronto al término y sabía que para ella todo sería diferente. Extendió su mano pero esta nunca llegó a ninguna parte. Con frialdad pronunció:
-Me matarán.
La otra mujer agregó:
-Sólo para verlo desearía un poco más de tiempo -levantando la manta con dos dedos para darse cuenta que la principal manipuladora de su destino era una insignificante niña.-Debemos deshacernos de la bastarda -afirmó con dureza ignorándolo que acababa de escuchar.
Se quitó los guantes de piel, dejando al descubierto (apenas visible),en el interior de su muñeca izquierda, la marca del Puro, símbolo que ponía de manifiesto a la más privilegiada de las castas.
Soltó al piso los guantes con indiferencia y extendió los brazos reclamando a la criatura.
-Antes regalo mi alma al infierno que ver a mi hija en vuestras manos -declaró débilmente poniendo su atención de nuevo a la mujer de mirada verde brillante y de soberbia vestimenta café y morado.
-Está muerta -aseveró aliviada al percatarse de su pequeño tamaño y de que no se había movido.
Ya no tendrían que delegar a alguien que se encargara de terminar con esa peligrosa existencia.
-Lo sabíais, ¿verdad? ¿Pero cómo saberlo si había cerrado la conexión? -soltó con desprecio la agonizante-. Sin embargo lo sabían. Lo de Hadari. Todo. ¿Pero por qué esto? ¿Por qué encerrarme? ¿Por qué permitir que me torturasen hasta acabar con todo lo bueno de mí? ¡Yo no era una amenaza!
Incorporándose la reina cerró los ojos y apretó las manos con fuerzasobre su regazo.
Al ver este gesto la joven pensó que quizá sintiera remordimiento. A pesar de todo no quería irse aborreciéndola tanto.
-No tuvisteis que hacer esto, no hubiera provocado la guerra y mucho menos muertes. Nadie lo hubiera sabido. Me habría ido sin que nadiesupiera de mí, sólo vos. Siempre iba a estar presente, -para este momento cualquier utopía ya no era válida.
Rió con amargura la oyente.
-¿Haceros? -espetó-. Es lo que vos hicisteis, todo empezó por vos. Pero aun así no os deseo la muerte, aunque ya está aquí.
-La muerte es mi única fe: poderosa, eterna e innegable -de sólo pensarlo comenzaba de nuevo a sentir paz.
Dejó con solemnidad el cuerpo inerte de su hija a un lado del suyo.
La observó por última vez y por unos segundos quiso memorizar sus bellas facciones, sus sublimes rasgos perfeccionados por la sangre de su padre: el conde de Audra. Deseaba que en sus últimos minutos de vida no le embargaran los sentimientos que han regido la existencia del ser humano, aquellos que los convierten en salvajes, destruyéndose a sí mismos... y muy pronto a ella, sino sentir las pocas cosas que nos enaltecen: amor y bondad...
Tratando de vivir la paz de su hija la besó en la frente y teniendo sólo en su mente las dos personas que más había amado cerró sus ojos. Sabía que había llegado el momento.
Con una fuerza proveniente de sus recuerdos volteó la mirada a quienes implacables contemplaban con impaciencia.
-Sabéis que sin mi statem no podréis gobernar. Por eso vinisteis, por eso lo trajisteis... ¡queréis mi alma! -todos comprendían por supuesto quese refería al hombre marcado por la maldición de sus ancestros. Aunque para él como para muchos era el máximo privilegio y se aprovechaba de ello para controlar a las personas aun después de esta vida. -Pero para vuestra desgracia, ni muerta- sentenció con una tranquilidad inquietante.
Con las imágenes del único hombre que había llegado a amar, no le temía a la muerte, pues lo tuvo todo gracias a él, y del producto de aquel amor comenzó a hablar con firmeza e incluso poder:
-Pankuntlán. Protector: da, corpus et sanguinis...
Eso de inmediato alertó al cazador que se había hastiado de ese drama de madre e hija.
-¿¡Qué es lo que está diciendo!? -furioso se aproximó a la poderosade las mujeres.
La reina tragó saliva y exclamó horrorizada:
-Es... es latín.
Antes que el cazador diera un paso más la reina se lanzó sobre quién no dejaba de pronunciar esas palabras. La eufórica mujer ya les encontraba sentido y, como nunca, había entrado en pánico.-¡No! -gritó-. No lo hagáis. ¡Por favor, no!
Para alejar a la reina, la joven madre agitó la daga en su dirección, logrando hacer un profundo corte largo por toda la palma de su mano derecha. En ningún momento dejó de seguir conjurando.
Ya nada podría detenerla.
Los enormes vidrios de las ventanas del lugar estallaron en miles de pedazos y todos los muebles y objetos del interior salieron disparados con violencia, convirtiéndose en una gran amenaza para los presentes.
-¡La muy golfa está pronunciando un hechizo! -por fin lo comprendióel cazador cuando impactado por lo que ocurría se cubría el rostro con los brazos.
-Ofrece a sus protectores su cuerpo, su sangre y una ofrenda acambio de que la ayuden a proteger su alma -le informó la reina mientrastorpemente trataba de protegerse detrás de una columna. Ya no le impor- taba cubrir la horrenda herida ensangrentada ni evitar el dolor agudo que se intensificaba rápidamente. Nadie daba crédito de lo que escuchaba y mucho menos lo que veían-. Ya era tarde.
-¡No, eso jamás! -¡Imposible lograrlo! Se balanceó con fiereza a laque juraba ser la futura provocadora de toda su desgracia. Tenía que matarlaantes que lograra su propósito. Desenfundó nuevamente su espada y para que acallara, de un sólo golpe, su filosa arma atravesó el corazón de la joven.
Hilos de sangre brotaron de su boca y cayendo trató de acurrucarse a un lado de su criatura. Pronto estarían juntas.
Logrando el milagro de abrazarla en aquel instante se percató al sentirla que...
¡Había perdido toda paz conseguida!
¡La niña no debía estar viva!
-No, por favor...¡No! -balbuceó desconsolada.
Vio la peor pesadilla, una que superaba a todas: ella respiraba. La niña lo hacía con dificultad. No tardaría en llorar, débil pero lo haría. Lamentó que su hija terminara sus minutos de manera tan violenta en manos de esos demonios, que pronto serían suyos también. Nada más por culpa de sus pecados. ¿Pero no era un precio muy alto el que estaba pagando por el sentimiento más noble?Sólo podía buscar el consuelo de que el conjuro fuera suficiente para proteger su alma. Gracias a la edad tan tierna de la criatura no era necesario cuidar la suya también. Suplicaba que así fuera pues nada ya tenía un orden. La joven era un Puro, no una hechicera, deseó como nunca que sólo por esta vez pudiera ser suficiente, lo que años atrás se le habría enseñado. Para entonces lo había desdeñado siendo ella quien era, siempre lo vio tan insignificante.
El hombre moreno levantó con brutalidad el rostro de la moribunda y comenzó a succionar la energía que aún le quedaba.
-¡Locutus est sanguis meus! -decretó la mujer con sus labios llenos desangre y lo último que pudo ver antes de partir fue aquellos ojos negros... Y de repente todo se detuvo. Una paz oscura los gobernó sin darle sentido a lo ocurrido.
Entonces como regalo divino de su Creador comprendió la eternabatalla entre el bien y el mal.
Por todo lo tormentoso en que se habían convertido sus últimos días, había llegado a creer y hasta a asegurar que todos nosotros éramos piezas creadas con el fin de fracasar. Soldados destinados a perder al ponernos al frente sin armas, siendo sólo importante la cantidad de bajas, no de quiénes se trataban y mucho menos si tenían una vida por seguir.Y además los peones perdedores de aquellas batallas entre la luz y la oscuridad deberían sentirse culpables y miserables por fallar en el juego de los creadores, humanos sedientos de esa libertad (que por supuesto era falsa), vivían engañados y desesperados por creer en algo, tomando esas guerras como propias. Para eso supuestamente creíamos que estábamos en la tierra: ser victoriosos para estar en algo más allá de esta existencia. Nos dejan a la deriva sin darnos una respuesta capaz de llegar a todo entendimiento humano. Por supuesto que el fin era el fracaso, sino ¿por qué hay más que se perdieron en el camino y muy pocos de aquellos que creemos obtuvieron el galardón prometido? Premio eterno que dicen que existe pero aún no nos consta que haya.
Esos seres divinos eran monstruosos y egoístas... La joven los habíaodiado por tanto tiempo, sobre todo al depositario de su fe... Hasta que lo vio: los dioses tienen sus planes, sí, pero también cada uno de nosotros.
Ellos no eran los enemigos a vencer al no escucharnos y correr en nuestro auxilio y por fin darnos la respuesta que deseamos. Somos los humanos mucho peores que el rey de la oscuridad y que la presunta indiferencia del mentor de nuestro ser; pues cada uno es el que decide a quién servir, ir en contra de toda bondad y naturaleza, todo con tal de conseguir esas respuestas tan satisfactoriamente engañosas y de placeres mortales. Desgraciadamente no nos podemos nunca justificar verdaderamente sobre las tentaciones y deseos, puesto que no nos provocan los malévolos seres superiores, sino nosotros mismos con nuestra oscuridad de espíritu, porque buscamos una razón y no paramos hasta encontrarla para sentirnos bien, aunque no tengamos ni idea qué precio pagaremos. La baja luz nos deslumbrará, dejándonos cómodos en el camino. Sin embargo, no por tener pequeñas luces serán insuficientes para alumbrar nuestro destino. Los dioses han de respetar aquella libertad... pues en eso consistía el principio de su plan. Aunque nadie había dicho que el camino para merecer ese objetivo no sería tenebroso, sí se quiere llegar al verdadero final. Grandes personajes habían vivido calamidades y se dice que fueron intachables de alma y mente. Entonces ¿quiénes éramos nosotros para querer ser intactos en las pruebas? Claro que muchas veces no sería justo, pero ¿quién dijo que sería justa la vida?
La vida en sí ya era imperfecta, aunque sí mucho por ver y aprender.
Aun comprendiendo la joven que su dios no era el sanguinario que por tanto tiempo había creído y sentido, no evitaba darse cuenta y lograr un agradecimiento de manera incondicional a él; porque existía la infinitainconformidad de dicho plan que permitía y llevaba a los justos e inocentes una libertad controlada desde el principio y entregada al mejor postor. Dejarque el bien sufra y sea manejado a manos del despreciable. ¡Qué irracional! Porque ya no sólo se trataba de enfrentar las pruebas dadas por la vida, que eso ya de por sí era bastante: enfermedades, muerte de un ser amado, dolor, frustraciones. Sino que además permitir y aceptar resignados las decisiones de otros que nos tomaban tal como se les antojaba a su paso.
¡Por supuesto la vida no es justa!
Deberíamos someternos al maldito plan para salvarnos, una salvación que para gusto de muchos de nosotros... llegará muy tarde. ¡Si es que llega!
-¡No, no, no! -vociferó el cazador apretando más el rostro yabriendo la boca de la madre hasta casi estrujar su cuerpo-. ¡No puede ser!
-Lo hizo, ¿cierto? -masculló con rabia la soberana viendo la escena de lejos.
-Absorbí lo que le quedaba de energía, pero no su alma... -hasta sentir que el cuerpo se le quemaba, el hombre aventó al suelo con menosprecio e ira a la mujer inerte-. Como si no existiera.-Lo creía imposible por un Puro.
-¿¡Pero cómo!? -la rabia lo estaba consumiendo.
-Si supiera, estúpido, no estaría aquí -siendo quién era la bellísima adolescente no le intimidaba que el hombre fuera un cazador, ni que con su sola fuerza física fuera suficiente para acabar con ella, de imagen tan menuda y frágil.Por no haber obtenido lo que deseaba y por todo lo que pasaría, sabía que la rabia en ese momento había capturado su esencia para destruirla, este sentimiento sería el que la embargara y desde aquel momento dirigiría su vida.
Dándole la espalda le ordenó:
-Que venga Aquira.
Salió de inmediato, lleno de frustración y con las facciones descompuestas por la ira. No tardó en venir con él un hombre todavía más alto y fornido de edad recién madura, aún fresca.
-Enterradlas, quemadlas... lo que sea pero que nadie las encuentre -escupió el cazador al grande charco de sangre que trataba de alcanzar sus botas-. No será complicado si a la muy zorra ya la creen muerta.
-Y habrá otros -lo juraba la mujer-. Id a avisarle a Hylon.
El cazador ni se inmutó por la orden de su reina.
-Su Majestad -habló pálido Aquira sin poder moverse. No podía comprender qué había pasado al ser tal la atrocidad de la escena.-Haced lo que tengáis que hacer, sé leal a vuestra reina -la mujer observó intensamente al hombre recién llegado, de mirada oscura y que parecía aterrado, pero aun así sabiendo que sólo era un servidor de su soberana calló sus pensamientos-. ¡Locutus est sanguis meus!
Dicho esto se fue sin mirar atrás.
Los dioses tienen sus planes, sí, pero también cada uno de nosotros...